domingo, 7 de octubre de 2012

LA SILLA


Quién tendrá el placer de sentarse mañana
en esta silla que compraste,
una tarde,
al regreso del trabajo.

Esta silla vienesa, de madera clara y barnizada,
piadosa voluntad de árbol.

La miro en el rincón de las ausencias
y guarda, todavía, la fuerza de tu mano
arrastrándola al lugar más luminoso de la sala,
para acercarte al rumor de confidencias
que rompía risas, sobre la boca amada.
Secreto de voz menuda entre los dos.
Océano y lumbre de nostalgias.

Cuando quedaste solo, segado de ella,
la vida te pareció desnuda. Y la silla, huérfana de peso dulce
se arrinconó.

Ansiada de formas, apenas decorativa, sobrevivía en un espacio.
Pero yo sé que siempre,  encerró tu mirada,
 - Liviana y rubia -,
la sombra de un perfil, bajo la luz de la ventana.


                                                                        * * *



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