martes, 22 de octubre de 2013

ATMÓSFERA Y PERSONAJE



Cortázar reflexiona sobre la ilusión de los cuentistas nóveles quienes suelen imaginar que les bastará escribir lisa y llanamente sobre un tema que los ha conmovido para conmover a los lectores.
Con el tiempo, - y con los fracasos- se supera esta primera etapa ingenua y se aprende que en la literatura no bastan las buenas intenciones. Se descubre que para crear en el lector esa conmoción que llevó a escribir el cuento “es necesario el oficio de escritor y ese oficio consiste (entre muchas otras cosas) en lograr el clima propio que obligue a seguir leyendo, que atrape la atención, que aísle al lector de todo lo que lo rodea y que, al término de la lectura, se conecte con su circunstancia de manera nueva, más honda o más hermosa.”


La identidad de una trama se centra en la elección que inclina al narrador a dar mayor  peso a la atmósfera, a la acción o al personaje, más allá del conflicto que es lo que diferencia al cuento de un relato.
Si describimos una batalla, una disputa, tendremos como eje primordial a la acción. En caso de preferir el clima, estaremos pendientes de aquello que abarque la atmósfera y seguiremos ese objetivo hasta el desenlace.
En el caso de elegir el tercer elemento, el personaje, debemos  tener claro que en la actualidad es la fuente de inspiración y la referencia particular en cada narración, justamente porque “nada nuevo brilla bajo el sol” que no sea el temperamento, el carácter, la identidad personal del protagonista que recreamos y existe por primera vez.
Helena, Paris, Menelao, guerra, abandonos, amores. Romeo, Julieta y las violencias familiares. Tristán e Isolda, las prohibiciones, los mandatos. Nora y una casa de muñecas que la encierra. Fausto, Celestino Paredes, Aureliano Buendía; ayer y hoy; ellos mismos en otros zapatos, originales y reciclados, distintos o reiterados, según la imaginación del autor que los resucita o los  inventa para que habiten nuevas voces, matices, paisajes.
El narrador cuenta del personaje, casi subjetivamente porque “se escribe escribiéndonos” y, su versión estará matizada por miradas y acuerdos íntimos: el personaje ha nacido en su cabeza y se abre a la historia como parte del escenario que tiene en la mente.
Sin embargo, no hay nada más apócrifo pues, frente  la hoja, detrás de una idea, enamorados por los aires que sacude “su personaje”, los autores ven como “él/ella” se posiciona, acomoda su cuerpo y espíritu, invierte la escena, cambia la dirección original y domina la ruta narrativa.
El personaje, aun bajo la decidida pluma de su creador, pisará con pasos libres una historia que, manipulará en el ir y venir del tiempo, haciéndola suya. En esta realidad sin refute será bueno desconfiar de los personajes dóciles, aquellos que simulan obediencia, los “ensombrecidos por las luces del autor” porque, son capaces de crecer a tal extremo que terminarán orquestando a su antojo el cuento.
Así, queda claro que en el cuento, el personaje es quien menos fidelidad guarda y en este batallar - que el autor pierde en el primer round-,  sólo resta la revancha del escritor en cambiar la atmósfera o darle lugar a la acción con otra historia que tenga a bien aceptar el personaje.

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