viernes, 13 de junio de 2014

EN PALABRAS DE MARÍA ZAMBRANO

 POR QUÉ SE ESCRIBE


Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un 
aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que precisamente por la 
lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas. 
Pero es una soledad que necesita ser defendida, que es lo mismo que necesitar de una 
justificación. El escritor defiende su soledad, mostrando lo que en ella y únicamente en ella se 
encuentra. 
Habiendo un hablar, ¿por qué el escribir? Pero lo inmediato, lo que brota de nuestra 
espontaneidad, es algo de lo que íntegramente no nos hacemos responsables, porque no brota 
de la totalidad íntegra de nuestra persona; es una reacción siempre urgente, apremiante. 
Hablamos porque algo nos apremia y el apremio llega de fuera, de una trampa en que las 
circunstancias pretenden cazarnos, y la palabra nos libra de ella. Por la palabra nos hacemos 
libres, libres del momento, de la circunstancia apremiante e instantánea. Pero la palabra no 
nos recoge, ni por tanto, nos crea y, por el contrario, el mucho uso de ella produce siempre 
una disgregación; vencemos por la palabra al momento y luego somos vencidos por él, por la 
sucesión de ellos que van llevándose nuestro ataque sin dejarnos responder. Es una continua 
victoria que al fin se transmuta en derrota. 
Y de esta derrota, derrota íntima, humana, no de un hombre particular, sino del ser 
humano, nace la exigencia del escribir. Se escribe para reconquistar la derrota sufrida siempre 
que hemos hablado largamente.[...]

ZAMBRANO, María: Revista de Occidente, tomo XLIV, p. 318, Madrid, 1934. 

(Su primer ensayo, tiene 29 años). 


Estraído de Internet.
Al articulista pertenecen las atribuciones sobre el presente texto.

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