sábado, 28 de marzo de 2015


VELOS, DES-VELOS


                                                           Por Luz Darriba
                           

Un alto al costado del camino me detiene. Necesito mirar, otear ese horizonte que sigue aún lejano. Que, dependiendo del día se vuelve tobogán. Ese punto de encuentro que nos revele la autoridad del día diferente, la alegría de poder bajar por fin los brazos. El bosque de las brujas maldecidas, las sabias de la tribu, las amantes de amar por sobre todo, las buenas y las malas, las lindas y las feas, las gordas y las flacas, las negras y las blancas, las nacidas con un cuerpo distinto, las que deciden amar cuerpos iguales. 
Me obstino en continuar pero se vuelve perentorio retrazar las rutas, hurgar en la bitácora para marcar errores, probar originales estrategias y anticipar los gestos de esperanza.
Miro a mi alrededor y entre la nada de la nada encuentro un bulto, un montículo humano que me llama. Es tu cuerpo, Daiana, tu joven y fresco cuerpo aniquilado por siglos de misoginia concentrada, por resistentes hordas de patriarcal y oscura rabia.
Levanto apenas ese plástico inmundo y me resisto a mirar, pero también a dejarte abandonada al morbo y la lascivia, al perverso lupanar de las vidrieras mediáticas, al consecuente olvido cuando otro cuerpo deshecho supla el tuyo. Me resisto a creer, me resisto a que el dolor, presto a convertirse en abominación, tape todo mi cuerpo y mi cansada mente, mis defensas hartas de descubrir, una vez y otra, cuerpos vacíos de vida, mujeres muertas. Niñas muertas. Precisaré mejor: ASESINADAS. 
Hace siglos fue la vez primera; pareciera, seguro, en otra vida, más la sustancia de que están hechos los recuerdos mantiene intacta la habilidad de superponerse y asaltarte, tomarte por sorpresa, reclamar tu atención, buscar entre las telarañas del olvido tu mirada. Mis recuerdos se superponen y se ensamblan, en este maldito hojaldre de repeticiones, de incontables formas de la intolerancia, de infinitas faltas de respeto, de no entender ya nada… Tenía seis años cuando dos balas se llevaron por delante a mi vecina más querida, abogada defensora de mujeres maltratadas; mujer brillante y bella. Logré colarme en la escena de su crimen y levantar esos malditos plásticos. Nadie me había hablado de la muerte, menos aún de esta maldita y putrefacta muerte provocada. Entonces pude llegar hasta su rostro ensangrentado, sus ojos verdes mirando hacia el vacío, su melena azafrán encharcada en ese líquido rojo pegajoso que la inundaba ya inerte para siempre. 
Nunca olvidé a Dorinda, porque ese día acabó para siempre mi infancia, mi territorio de juegos se tornó pesadilla, miedo al criminal armado que destruyó su vida y marcó, sin saberlo, ad infinitum la mía. Se murieron las puestas de sol en la escollera y el correr despreocupada por los parques. Sentenciaron todas las vecinas que un cruel destino nos signaba, se trataba simplemente de haber nacido hembras, con el sexo de las oprimidas, de las esclavas de los esclavos, de las parias del género humano.
Mi Montevideo de mates y tamboriles devino una ciudad hostil en donde se mataba a las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres. Y así fue el mundo luego, porque poco ha cambiado.
No quiero mirar, no quiero pensar, no sé hasta qué momento, hasta qué instante se puede soportar tanto dolor, el sufrimiento absurdo, la inacción de los poderes del planeta. Da igual cuán anchos o cuán largos hayan sido los caminos: siempre hubo Daianas y Dorindas, Martas, Lucías, Maritas, Melinas o Ángeles. Letras que cambian por efecto de códigos lingüísticos, historias que no cambian por más que el tiempo pase.
El cuento se comprime hasta caber en la cajita de Pandora, en la tela de Ariadna, en la Dafne convertida en quieto árbol, en la fugaz Lilith demonizada, en los millones de mujeres que padecen violencia sólo por ser mujeres, por salir de los esquemas fijados, por resistir el sello puta o virgen.
El nuevo relato está siendo construido con las luchas constantes, con nuestros reclamos insistentes, con nuestra voz hasta quedar sin voz, y ha mejorado. Hoy casi nadie duda de que tengamos alma, esa cosa por dentro que define, eso que todas las creencias otorgaron al varón dios erecto inamovible. Hoy, pese a pesares, pese a saber que no hay”bajar la guardia”, a comprender que no verán nuestros desfallecidos ojos el milagro, pese a tener que desvelar miles de velos, salvar a las pequeñas de la trata, retrasar los relojes para evitar el crimen, sacudir las conciencias, golpear la mesa ante el horror continuo, detener el maltrato desde el germen, educar para que muera por sistema, defender contra nuestros cuerpos, reclamar el valor de nuestro tiempo, descartar los roles que estigmatizan, amarnos mucho para que nos amen, pese a la triple jornada de desvelos, de reivindicaciones atrasadas, atesoramos la conciencia que define, el trabajo que enmarca, la certeza del empezar cada mañana nuevamente, claras y firmes, empoderadas y tenaces, hasta el alba.
Por suerte somos mucho, somos todo, somos completas y unánimes, mágicamente únicas, invariablemente atravesadas por esa espada macho que nos secciona en partes. Somos la rabia y el dolor, el amor que no sabe cansarse y el deseo que conecta con la vida. Somos lo que queremos ser pagando un alto precio, somos lo que se ve en ese horizonte rojo al que vamos a llegar indefectibles: Lo juro por mis hijas, por mis nietas, por las hijas y las nietas de todas, por las gloriosas compañeras caídas, por los intentos fallidos y los aciertos que alumbran el mañana seguramente nuestro y justamente necesario, al que vamos a llegar, todas unidas.



* Luz Darriba, artista multidisplinar, escritora, gestora cultural, feminista, activista por los derechos humanos, columnista en diversos medios, nació en Montevideo, Uruguay, en 1954, y se formó en Buenos Aires en las escuelas de arte del IUNA y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Ha realizado más de 300 exposiciones colectivas, sesenta individuales, y conseguido más de sesenta reconocimientos internacionales (treinta en Argentina) por su trabajo. Ha expuesto en muchos países y es pionera en macro intervenciones urbanas en España. Ha realizado más de cuarenta macro acciones urbanas colectivas en Europa y Latinoamérica. Vive entre Galicia y Bruselas, aunque siempre, siempre, vuelve a Buenos Aires.





M.R.-C. agradece a Luz Darriba, el permitir la inclusión en el presente blog literario del texto que fuera leído personalmente por la artista y escritora en la sede cedida por el PSOE en Buenos Aires, invitada por las Mujeres del Frente, con motivo del acto que aunaba las reivindicaciones del 8 de Marzo y las conmemoraciones del 24 de Marzo, 39 aniversario del golpe de estado cívico militar
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