viernes, 28 de agosto de 2015

AVANCE

OPINIÓN - CRÍTICA LITERARIA






“MUJER SIN MAQUILLAJE”, DE GABRIELA INÉS CASAÑAS


        
        Novelista destacada, la escritora argentina presenta en esta oportunidad una selección de cuentos donde penetra el paisajismo interior, bajo una condición reiterada en su estilo: talentosa orientación para hallar la palabra justa y afortunado modo de volverla expresiva imagen.
        Las historias humanas, voces y pasos que encauzan la altura literaria de Gabriela Inés Casañas, transitan el territorio sensible y realista en su último libro, “MUJER SIN MAQUILLAJE”.
        Formación y léxico conciso, fluido, imbuido de percepción, un modo de decir que trasciende el escenario donde se monta la trama para abarcar lo que César Vallejos denomina “el vuelo del talento”, pronostican en la presente compilación, multiplicidad de escenografías y personajes. Así, su narrativa goza de introducción pulida, apunta ligera flecha al conflicto y remata el avatar con acierto sin refute.
       Sin embargo, para manifestarlo, no alcanza el lenguaje de las cosas, como afirma Marechal, sino el silencio rico, grávido. Este es el silencio que no resigna Casañas, en el que hasta el menor y más suspendido gesto puede tocarse, ocupa lugar.
       Otro punto destacable en su narrativa, es su agudeza para crear y recrear el elenco humano y sus itinerarios.
       Sabemos que para acaparar este valor ha de ser preciso que el escritor levite sobre sí mismo; acople su latitud personal al movimiento universal, cruce miríadas de leguas o cercanías tras el eco que dejará de ser lengua propia para volverse idioma cósmico, ilimitado. Un ejercicio descomunal que llega desde el inconformismo y establece empatía entre el lector y quien escribe. Primordial cualidad de la que también dispone la obra de Gabriela Inés Casañas, la efectividad en la relación de Autor-Lector.
      Innegable carisma a su favor y una suerte de rebeldía fecunda —por momentos confidencial, en otros, detonada como los fuegos artificiales que estallan en el instante absorto—, le permiten desnudar los espirales que tantean mujeres y hombres, desde el primer día de la Creación.
       Sabemos que seguiremos buscando la llave para penetrar tantos asombros y cuestionamientos como corazones laten, y, al pensar de Luz María Loynaz, las vicisitudes compartidas habrán de orientarnos a hallarla. Quizá por esto mismo, nos vinculamos desde la intimidad con contagiosa celebración, para ir descubriéndonos a través del otro, de igual manera eso nos permite desnudar nuestro costado más íntimo, el perfil menos transitado de nosotros mismos.
       En torno a este enunciado, se ha revelado la cabal obra de Casañas, quien vuelve a posicionarse como cuentista impecable en “MUJER SIN MAQUILLAJE”.
       Para concluir, Leopoldo Castilla: “el escritor agrega mundo al mundo”. Acordamos, bastará leer a Gabriela Inés Casañas.                    
                                    
                                                                  
                                                                              Marita Rodríguez-Cazaux




MUJER SIN MAQUILLAJE”, de Gabriela Inés Casañas
Cuentos (2015) Editorial Dunken


miércoles, 26 de agosto de 2015

PERIÓDICO IRREVERENTES

“LA COCINA DEL INFIERNO (RELATOS DE UN MUNDO INHÓSPITO)”

DE FERNANDO MOROTE

                                                                              Por Fernando Veglia
Morote II
“La cocina del infierno (Relatos de un mundo inhóspito)” es dura, dividida en tres partes (Los ingobernables, La cocina del infierno Comando Meón), explora y exhibe situaciones marginales, las que la sociedad evita reconocer y esconde bajo propagandas o estadísticas artificiales: jóvenes a los que arrebatan las metas, drogas, exilio forzado, racismo, decadencia de valores y persistencia de hábitos perniciosos.
La obra indaga en la desazón de un grupo de jóvenes peruanos, en su apatía, en una furiosa necesidad de evasión y en una realidad estancada, presenta el oscuro camino del exilio hacia una New York hostil, los pesares, temores y anhelos del inmigrante, y retorna a Pompeya, una urbanización en Lima, con una concepción diferente del entorno, quizá madura, buscando reparar errores pasados a través de un servicio a la comunidad.
Los personajes evolucionan de jóvenes haraganes a hombres preocupados por el barrio, dispuestos a transformar los hábitos y la estima de sus compatriotas. Esa evolución hará que sus características cambien, aunque conservaran hasta la última página un espíritu ingobernable.
El oficio de Fernando Morote, de estilo ágil, vertiginoso, directo y desprejuiciado, permitirá una lectura cómoda y fluida. El lector atravesará un mundo inhóspito, doloroso e incluso hilarante sin rasguños aparentes; al final de cada parte lo asaltaran las conclusiones. Otro mérito del autor resulta cuando carga contra una sociedad decadente, evitando lecciones en boca de sus personajes, haciéndolo a través del relato.
                                                                                                     ***
Fernando MoroteIVFernando Morote. Nació en Piura, Perú en 1962. Participó en el taller de creación literaria del Museo de Arte de Lima. Ha sido ganador del II Premio Internacional Sexto Continente de Relato Erótico y finalista del VII Premio Internacional Vivendia-Villiers de Relato. Colabora con el Periódico Irreverentes de Madrid y la revista Lima Gris donde publica cuentos y escribe artículos culturales, incluyendo cine clásico. Es autor de las novelas “Los quehaceres de un zángano” (Bizarro Ediciones, 2009) y “Polvos ilegales, agarres malditos” (Bizarro Ediciones, 2011), el libro de relatos “Brindis, bromas y bramidos” (Artgerust, 2013) y el poemario “Poesía Metal-Mecánica” (Ediciones Los Sobrevivientes, 1994).


viernes, 21 de agosto de 2015

"CONTRAPUNTOS" EN PUERTA



SE PREPARA LA PRIMERA EDICIÓN "CONTRAPUNTOS"
-CLÍNICA GÉNERO CUENTO-
DE EDITORIAL DUNKEN
CON PRÓLOGO DE LOS ESCRITORES 
MARITA RODRÍGUEZ-CAZAUX Y RICARDO TEJERINA
ANTOLOGÍA QUE INCLUIRÁ MÁS DE SESENTA CUENTOS
 DE LOS AUTORES PARTICIPANTES





Imagen: Cortesía Editorial DUNKEN

PERIÓDICO IRREVERENTES

CITA A CIEGAS EN BELGRANO

Por Alberto Ernesto Feldman
Cita

Nunca creí que Mecha acudiría a la cita. En la época en que los chicos se conocen chateando, como dicen, nos habíamos vinculado gracias a una llamada telefónica y por un teléfono de línea, ni siquiera por un celular, MSM; ninguna de esas cosas raras.
No fue una equivocación, yo, viejo milonguero solterón, estaba en banda y buscaba un ligue. Entonces llamé al 2780-6011, me atendió una voz femenina y le canté, entonando: “¿Belgrano, 6011?…, quisiera hablar con René”.
Ella, más rápida que un bombero, completó el tango y lo terminamos a dúo, nos reímos y me di cuenta sumando datos, que teníamos más o menos la misma edad. La cosa venía bien barajada y congeniamos.
Quedamos en encontrarnos en el aljibe, al lado de la pérgola de las Barrancas de Belgrano, al atardecer del viernes. Estábamos recién a lunes, pero comencé a hacerme la película. Me la imaginé canosa, redondita, con anteojos y, si fuera posible, con cara de galleguita.
Me seguí dando manija y la ansiedad me hizo llamarla dos veces más en la semana, para que no se olvide. La segunda vez me preguntó, muerta de risa, si quería una declaración jurada o una certificación por escribano, y ahí me di cuenta de que me estaba “yendo de mambo”.
Me gustaban mucho su risa y su voz, así que igual no pude evitar llamarla por tercera vez, el viernes por la mañana, y recordarle la cita de la tarde. Llegué nervioso y transpirado, se me hizo un poco tarde, como cuarenta minutos. Perdí mucho tiempo eligiendo la ropa apropiada para un viejo milonguero; no encontraba el pañuelo blanco para el cuello.
El 60 no venía, tomé cualquier “bondi” que fuera derecho por Cabildo y me bajé en Juramento, corrí como un loco las últimas cuatro cuadras, pero llegué, crucé sin mirar Echeverría, casi me revienta un auto, pero allí estaba ella, apoyada en el aljibe, y tal como me la había imaginado: canosa, pulposa y con cara de galleguita. Sonriendo, me hizo una seña con la mano para que me acercara, y cuando me presenté y nos dimos la mano, salieron de atrás de la pérgola cinco pibes, de entre cinco y doce años, sus nietos, e hicieron una ruidosa ronda alrededor nuestro, saltando y gritando: “¡Porqué no van a cantarle a Gardel!” Todos nos reímos. Igual, suerte que estaba oscureciendo.
¡Parece mentira la rapidez que tienen los pibes ahora!… después que hicieron su gracia, saludaron, y muertos de risa, le dijeron a su abuela: “¡Portate bien Mecha!…” Y por fin nos dejaron solos.


NOTA: Ver en la Página de periódico IRREVERENTES el vídeo que acompaña al texto.

jueves, 20 de agosto de 2015

CRÍTICAS Y RESEÑAS



“La tumba de Alejandro” 

de Valerio Massimo Manfredi


                                                  Por Fernando Veglia *
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La obra es un ensayo sobre un misterio histórico que, a pesar del rigor del tiempo, ha fascinado a miles de hombres; trata de descubrir qué sucedió con la tumba de Alejandro Magno, venerada durante siete siglos, solo opacada por la de Cristo y misteriosamente olvidada.
El autor, basándose en fuentes antiguas y modernas y en estudios científicos, hará del análisis de  testimonios y teorías, de comparaciones, hipótesis y conclusiones un recorrido accesible para cualquier lector interesado.
La aventura comenzará con malos augurios, los que recayeron sobre Alejandro antes de arribar a Babilonia, e indagará en las posibles causas de su muerte, en el estado y tratamiento del cuerpo, en los ritos fúnebres, las intrigas de los sucesores, la construcción de una sepultura y en un truncado traslado. La tumba, en Alejandría y después de siglos de veneración e ilustres visitas, desaparecerá misteriosa y silenciosamente con el poderoso surgimiento del cristianismo y la posterior indiferencia musulmana. El interés por hallarla surgirá durante la época napoleónica y perdurará hasta la actualidad, atrayendo a famosos arqueólogos, aventureros y simples curiosos fascinados por el espíritu de Alejandro, por la posibilidad de cambiar el mundo.
Valerio Massimo Manfredi, arqueólogo y escritor italiano, ha realizado numerosas expediciones y excavaciones, impartido clases en universidades de Italia y otros países, escrito artículos y ensayos académicos, colaborado con periódicos y revistas y publicado numerosas novelas, entre las que se encuentran El tiranoAléxandrosLa última legiónEl imperio de los dragonesLos idus de MarzoEl ejército perdido.
A los que gusten cabalgar al lado de Alejandro Magno, luchar, conquistar y compartir terribles privaciones e incomparables glorias, les recomiendo la trilogía Aléxandros de Valerio Massimo Manfredi y Alejandro Magno de Gisbert Haefs.

La tumba de Alejandro (Ed. Sudamericana 2012) Valerio Massimo Manfredi.

*Escritor y articulista argentino. Sus obras han recibido premios nacionales e internacionales. 

martes, 18 de agosto de 2015

BUENOS RECUERDOS


























PERIÓDICO IRREVERENTES

CHÁCARA

                                                                                                             Por Mariana Ruíz
abuela-y-nieta
Piedras derrochadas.
Magnas casonas de flores marchitas e inmóviles figuras, engalanan las callecitas empedradas.
Múltiples errantes perdidos sin rumbo. Ni fin.
Esplendorosas avenidas de perdurables horizontes, en las cuales los rayos del sol no permiten distinguir con visibilidad dónde termina y empieza el camino.
Mansa brisa despeja las hojas caídas de vigilantes árboles enraizados por el paso del tiempo que apartan con gracia la vía a seguir.
Pájaros cantores y sonidos matinales acompañan el inicio de una hermosa mañana.
Sabemos por dónde ir, tan solo deberemos buscar los indicios que indiquen los lugares en los cuales detenerse: la arboleda que da sombra, las nacientes flores que en primavera adornan el silencioso y profundo descanso, la madera tallada, perfecta y pulida, rodeada de rocas de granito, entradas subterráneas de oscuros y frescos pasillos.
Inclinamos nuestras cabezas y con los ojos cerrados hacemos la persignación, una leve sonrisa en la comisura de la boca exterioriza un pensamiento agradable y nostálgico, una pequeña oración, una florcita de regalo, y a seguir.
A través de las fotos y relatos que mi abuela me contaba, iba creciendo en mí la curiosidad por conocer las vivencias y costumbres de aquellos familiares no reconocidos. Registraba en cada lugar el nombre y la anécdota.
Luego de las frenadas obligadas, continuábamos andando y el paseo comenzaba a ponerse interesante. En ese punto, las dos sentadas en un banco, en medio del gran terreno, rodeadas de árboles y un extenso panorama, miraba a mi abuela con benevolencia y me preguntaba si sabría qué calle tomar, mientras tanto, ella, observaba con gran atención la senda a seguir.
Un paso de mi abuela correspondía un trotecito mío y, unida a su mano, escuchaba con atención las historias de viejas películas de los años cuarenta y cincuenta, leyendas de actores, además de escucharla susurrar la melodía de algún anticuado tango.
A medida que nos aproximábamos al extendido panteón, las inmóviles estatuas de cera, de ojos sostenidos y miradas derramadas, invitaban a estas dos extrañas a entrar a su sagrada morada.
El eterno cigarrillo prendido. La inmortal sonrisa.
Devoción hacia el mar. Semblante apenado.
Mirada pícara. Sombrerito desvariado.
Las manos que eternizan en las pinturas las costumbres de una vieja Buenos Aires.
Y en medio de tanta quietud, el silbido de la melodía de un viejo bandoneón.
Reunidos en un solo lugar, cada uno con su cualidad más distinguida, la que en vida los consagró y los caracterizó.
Todos ellos, en espera de una visita, una sonrisa al pasar, una anécdota, una canción. Todos ellos, recuerdo vivo…
Y así la excursión llegaba a su fin, junto al sol que no dejaba de deslumbrar, escoltaba a esta persona, que alguna vez fue una niña inquieta e indagadora, a mi abuela presumida, que me ilustraba lo maravilloso de la época dorada del cine nacional. De esta manera, de a poquito, iba naciendo en mi interior la fascinación y el fanatismo por la historia de la imagen en movimiento y los comienzos de estas proyecciones a través del cinematógrafo.
De repente, sentí que me trasladaba sin escalas a aquel paseo. En ese instante exacto, el Canal Volver estaba emitiendo una película de Luis Sandrini. Como si llegara desde los paisajes del ayer, volví a oír la voz de mi abuela narrando el argumento y algún que otro chismecito, mientras sus manos preparaban arroz con pollo para almorzar.

sábado, 15 de agosto de 2015

jueves, 13 de agosto de 2015

CUENTO CORTO





LAS   AGUAS

  
   
       Otra vez —dijo el polaco y plegó el cuerpo sobre la abertura de la puerta del frente —.Ya siento el olor Lucía. Traé los chicos.
    La mujer entró al cuarto sin ventana, levantó a un chico de la cuna y sacudió a otros dos que dormían juntos en una cama.
    Un olor denso cruzó la puerta abierta y se metió hasta la cocina, donde ella se apuró a guardar  galletas caseras en una bolsa.
    Cuando salieron hacia el camino de las chacras el viento les dobló la cara sobre el pecho y los chicos se apiñaron estremecidos.
     Al dejar atrás el galpón, el agua caía como cimbronazos sobre ellos. Nubes violetas flotaban en una corriente inquieta que precipitaba aún más agua.
     —Tenemos que llevar el arado —dijo el polaco a la mujer.
    Retrocediendo unos palmos llegó a la huerta. Lo arrastró hasta la tranquera, se lo colgó de los hombros.
    El cielo de herrumbre disparó serpentinas que le achicaron las pupilas grises. Todo crepitó de fuego y los árboles se doblaron como campesinos al sol.
    La mujer apretó al chico sobre a su pecho empapado, los otros dos al lado, asidos a la falda que se le pegaba en las piernas.  
    Escarbando los charcos, el polaco, caminaba detrás de ellos. Amalgamado al arado, sus pies se hundían en el lodo.
    No podemos perderlo, pensó debajo del hachazo del agua. 
    Estampidos y fulgores le cegaban el camino. La lluvia, se le clavaba en la cintura, le agarrotaba el cuello. Casi no veía, pero sabía que las sombras que caminaban adelante, eran su familia.
    A ratos llegaba un llanto menudo, podía escucharlo a pesar del zumbido que retumbaba dentro de su cabeza como el galope de los zainos arriados hacia el monte.
    La estación, en el alto, se recortaba en el camino, rodeada de una negrura brumosa con sus techos de cinc pintados de amarillo.
    Al doblar la esquina un caballo pasó al galope, pero el polaco no divisó quién lo montaba. Un estallido frío volvió a mojarlo y a llenarle la boca de algo espeso. Todo el campo era un pantano.
   El mismo infierno, pensó el polaco bajo la lluvia rotunda, inclinado por el peso, desajustado como un espantapájaros apretado al arado.
     Un calambre inesperado y atroz le adormeció los hombros.
     Por la ruta que llevaba a la colonia, nadaban en canales marrones ramas tronchadas, pedazos de cobertizos, tranqueras astilladas.
     En medio de tanta pérdida, el hombre oyó como un ronquido su propia respiración, un jadeo desconocido, cada vez más pesado, que le subió por la garganta.
     Pasos adelante, la mujer y los chicos llegaron a la loma. Apenas podía verlos, desdibujados en el anochecer sepia. Allí se detuvieron, adivinó que se abrazaban. Su imagen resquebrajada le entró en los ojos.
     Un viento fuerte sobre la nuca lo hizo caer de bruces sobre el lodo y un resplandor rojo lo estremeció. 
      Se le aflojaron los brazos y el arado rodó un trecho por el barro y resbaló por el declive,  precipitándose hasta el puente y de allí a las aguas.
      El polaco no lo supo.
                        


DEL GLAMOUR A LA CIÉNAGA (2014)
M.R.-C
DUNKEN