viernes, 4 de noviembre de 2016

AVANCE LITERARIO




Adriana Cinto presenta “Hecho a Corazón”, reunión de poemas tras atractiva ilustración de tapa también de su autoría.
En el corpus lírico del libro, la primera persona toma postura relevante y desde ese lugar entrañable todo el mundo habrá de divisarse.
Lo confiesa la propia autora en el poema que origina el nombre del libro, “Soñé, amé, viví…Gocé, parí, sufrí […] Metí la mano en el pecho y me arranqué el corazón para ponerlo en palabras”.
Atenta al transcurrir cotidiano A.C. intuye el exacto momento en que nace el milagro del poema, el verso buscado en el transitar diario, “Cuando encuentro esa palabra consonante, de justa medida”; así, realidad e ilusión afloran en la obra, siempre amalgamadas como sucede en la propia vida.
Un mínimo detalle la apasiona y logra, como si una cámara disparara un flash, acertada orientación de metáfora. El eco de voces amadas,  el barrio, las calles, el jardín, las mariposas, el perfume de la lluvia, los juegos de la infancia, el pizarrón, el baile, la guitarra, la vida que late a la intemperie o dentro de su propia vida.
No falta la profunda reflexión ni la nostalgia “Cuando se aquietan las voces y aparecen las sombras, comienzo a escuchar el murmullo de mi alma” dice en “Sueño”, utilizando para el cierre un original modo de “echar a rodar el ensueño”.
Otra tendencia de A.C. es escribirse, “De nuevo vos y yo, frente a frente, sola a sola…”, “Cada mañana al despertar, sintonizo mi imagen…”; verse en el espejo interior para conversar de pasados, “me mueven los recuerdos de otro tiempo…”, “mis pobres dudas se alzan malheridas”; el secreto de la confidencia amorosa, el deseo del tiempo que habrá de llegar “Quisiera poder escribir esta parte de la historia y que al leerla un día, pueda dibujar una sonrisa […] sacar las cosas del desván y darle a los demás una pista al menos”.
En un fenomenal poema, “Quiero que sepas”, la voz avanza tiernamente tocando cada uno de los objetos que habitan la casa y se detiene en las ausencias; más adelante en “Victorianas”, habla de una dinastía de mujeres de enaltecida fortaleza.
No le son ajenos a la autora los paisajes sensuales como en “Fuego”: “…y se eriza la piel. Y el cuerpo clama por sentir otra vez como ayer”, o aquellos en que la melancolía la persigue como en  “Todos mis sentidos” cuyo remate da espacio a un antes y un después de “unas tibias tardes de marzo de música y poesía”, poema seguido en el orden del Índice por “Tristeza”, trabajo lírico impecable en tropos, “Llevo una tristeza antigua de esas que te duelen cuando llueve”, destinado a una lectura detenida y gozosa.
Sin refute, Adriana Cinto, calibra el género poético con estilo propio y un talento destinado a ocupar espacio entre los escritores del presente.
Para los que amamos la poesía el deleite de encontrar “…estos poemas que aletean para ver la luz” -usando expresiones de la propia autora- es un regalo infinito. Un exquisito regalo.

Marita Rodríguez-Cazaux

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